A veces leo en la prensa, y me honra, que los periodistas son notarios de la actualidad. Hoy quisiera devolver el cumplido siendo periodista de la vida notarial con las palabras que siguen.

   Desde el día 23 de julio de este año, los  Notarios al igual que otras autoridades, podemos autorizar la celebración de matrimonios en forma civil.

   Ayer, día 1 de diciembre de 2015, autoricé mi primera escritura de celebración de matrimonio civil.

   Este año he cumplido 25 años como Notario, y ese tiempo da para haber visto mucho, casi todo inesperado cuando te dan tu título.

     Cuando afrontas tus primeros días como Notario, después de aprobar una oposición que conlleva estudiar tantísimas instituciones jurídicas, crees que en ese pequeño pueblo, aislado del mundo, con carreteras, casi caminos, de Extremadura que es tu primer destino, aplicarás cada uno de los temas estudiados, tendrás que estudiar sesudamente numerosos asuntos y dar respuesta amparado en todo lo que has aprendido. ¿Sí?

      Bueno, pues verás, mejor que te acomodes primero a conocer a las personas que viven en ese pueblo, donde dado que las carreteras son muy malas, vas a vivir muchos días a la semana, y cuando el invierno haga las tardes casi noches, también vas a estar los fines de semana; mejor que conozcas su forma de resolver los asuntos, la manera en que otros notarios anteriores a tí, han pasado por los documentos y las instituciones, esos a los que tus nuevos vecinos recuerdan con cariño generalmente, y con un poquito de pena no exenta de crítica por no haberse radicado en el pueblo, donde tan bien lo habían tratado y donde a lo mejor hasta nació su primer hijo . Así, querido notario primerizo, verás que en esta profesión todo pasa por la primera norma jurídica fundamental: la del sentido común; por la segunda norma de conducta esencial: la voluntad de escuchar, y por la tercera norma de resultado: que tus soluciones no sean las más sesudas, sino las más útiles para quienes acuden a ti. Y todo eso ya te lo dijo tu preparador mientras respondía con paciencia y una sonrisa que intuías al otro lado de la línea ( a veces era una carcajada abierta, a qué negarlo) a tu terrible duda que impedía autorizar un documento no fuera a ser que fuese nulo!

    Algún tiempo de ejercicio después, irás pasando a otros destinos, más grandes, generalmente, y descubrirás que ….¡vaya, ahora que se te olvidan los temas, empiezas a necesitar las instituciones que tanto esfuerzo y sacrificio te costó conocer y aprender!

   La cercanía del pueblo pequeño, tus compras en el mercadillo de los martes, tu café y los churros que Pepe vendía en la Plaza y te hacía recientes cada mañana, ese despacho en el que no había demasiadas prisas y una vida en la que no tenías móvil  y la línea de teléfono a esa fría e incómoda casa alquilada no llegaría antes de concursar y marcharte, habrán quedado definitivamente atrás y solo podrás mirar con nostalgia.

   Puede que ya hayas llegado a la ciudad, o no, pero en cualquier caso, los pueblos hoy no serán para los que empiezan como fueron para ti:  casi en todos los destinos habrás visto carreteras estupendas, trenes cercanos y rápidos y casas nuevas en las que vivir. Tu preparador se ha jubilado, tú tienes muchas más dudas que antes, pero ahora tienes un chat de socorro mutuo y auxilio inmediato con un grupo de compañeros, antes tan lejos que ya casi no teníais contacto y ahora compartiendo al minuto hasta  partidos de fútbol.

    Y ahí, con esos recuerdos, esperarías que fuera discurriendo tu carrera, con más o menos trabajo según les fuera a los demás, porque tú siempre has sido sociedad, nunca estuviste en torres de marfil; tú ves a la gente y ya sea en pueblos pequeños, ya sea en ciudades en las que te has asentado, tus clientes se han convertido en algo más.  Esperarías tener que dedicar más o menos esfuerzo y estudio al despacho según les fuera dando a los legisladores por darle la vuelta a una cosa y luego legislar la contraria, te quejarías de calificaciones como siempre o más  amargamente quizás, y posiblemente ya tendrías aficiones en tu vida que enjugarían el escepticismo que iba ocupando el puesto que el entusiasmo inicial iba abandonando.

    Y sin embargo una nueva ley, el 2 de julio del 2015, la 15/2015, con ese número tan redondo, te atribuyó nuevas competencias. La mayoría de ellas no sabes por dónde agarrarlas y cómo deshacer sus incoherencias. Bueno, en los últimos tiempos te has tenido que acostumbrar a que las leyes entren en vigor el mismo día de su publicación, y eso porque no pueden entrar el día anterior, así que la parcela de escepticismo respecto a si el legislador quiere aplicar esas leyes o no, aquí se ensancha hasta el horizonte lejano.

  Pero en ella había una competencia de la que todo el mundo hablaba, los notarios van a casar: ¿por qué? ¡con lo caros que son!

   Tú ya defendiste que eso era libertad y que quienes se acercan hoy día a un  notario comprueban que es quien menos cobra de la “cadena de producción” de un negocio, y eso que él asesora, define, redacta y  custodia  ese acto.

   Gustosa de polémicas quizás, una súper famosa  probó la suerte notarial de boda, y aquello no pareció difícil a nadie, incluso la cercanía, apertura  y facilidad de acceso a la Oficina notarial acercaban una institución extraña hasta entonces a nuestra carrera.

   Y así llegó el día 1 de diciembre del 2015, en que tú, el notario, te preparaste para la primera celebración de matrimonio ante tí. Y ese día repasaste el modelo de escritura que habías preparado, pusiste a punto los datos, y la luz, pediste que todo estuviera preparado, intentaste en tu agenda que los contrayentes y sus testigos tuvieran el tiempo preciso en tu despacho, sin prisas ni interrupciones, que pudieran darle a su gran momento la solemnidad que desearan.  La hora fijada, las 18.30, se acercó y en un edificio con ascensor roto, subiendo a pie tres pisos,  comparecieron entre risas y alegría, los novios y sus padres, dos de ellos testigos del acto;  los novios, jóvenes e ilusionados, vestidos elegantes y sobrios, ella con un pequeño y muy hermoso ramo de rosas amarillas menudas, y él con una de ellas en su impecable americana.

    Sentados conmigo, procediendo a una lectura completa, pausada, mirando cómo entendían y sentían, tienes que  confesar que en tus 25 años no te habías sentido tan emocionado ante un documento notarial.

 ¡Qué inmenso privilegio poder ser testigo de un momento tan excepcional en el que dos personas se sientan a nuestras mesas pactando un compromiso de vida, de respeto y ayuda, de fidelidad y socorro mutuo, en definitiva, de amor!