CRÓNICA DE UNA ASPIRANTE A PIONERA
Dice mi calendario: “Cuando alguien da un gran paso en la vida sirve de inspiración para todos los demás”
Acicateada desde el día 23 marzo con insistencia implacable por mi yo interior ante el valeroso ejemplo de mi querido y admirado amigo Javier Oliver que sube día a día el Everest ( https://www.facebook.com/encordadosporlavida/) necesitada de poner en marcha un reto a la altura de tal inspiración, aunque paralizada por el temor reverencial ante mi incapacidad, de forma inesperada la decisión se fragua al leer la crónica en la que el gran hombre ha reconocido estar muy cansado (algo de glaciares, escaleras por unas grietas con abismos de varios miles de metros y cierto frío que le he leído)
Entonces, yo también puedo, es más debo ponerme en marcha, así para el aumento de mi honra como para el servicio de la inspiración ajena…que diría mi siempre joven Don Quijote.
El martes aparece ante mis ojos una agenda inmaculada para el día siguiente; la salida parece ineludible.
La decisión ante los billetes de tren marca la pauta de una dura jornada: no empezaré a las 10.15 el viaje, sino a las 9.18. Esta mi primera vez, la meta será Alicante, donde llegaré en los 50 minutos que destinaré a planificar mis andanzas, empezando por lo más alto de la ciudad (a mi conocimiento): el Castillo de Santa Bárbara.
Con alma de exploradora del XIX, solicito plano en papel (nada de Google maps) en la Oficina de turismo de la Estación, además de una pequeña orientación para el Castillo (¿tiro a la derecha o a la izquierda?), y recibo la advertencia de que hoy no hay ascensor. Me alegra saber que mi subida será esforzada. Varios días de dieta continuada de hornazo salmantino hecho por mi madre precisan una desintoxicación por la vía del sacrificio deportivo.
Posiblemente un cierto error en la interpretación de la respuesta y mi orientación, puede que algo sesgada por pautas previas de comportamiento que he de arrumbar, me dirigen inopinadamente a una gran avenida llena de tiendas. Miro al horizonte y no me suena que esta ruta lleve a Castillos.
Rectifico mis pasos (un poco de soslayo ha habido que tirar del g..maps.., tampoco hay que desdeñar la tecnología moderna ante una encrucijada como esta) y una línea recta me lleva en unos 30 minutos a mi destino. Aunque el plano me dice que debo dar una vuelta al enorme promontorio que se abre a mis ojos, no encuentro el motivo para no intentar una ruta alternativa, en la que, por cierto, me preceden dos extranjeros que suenan a alemanes.
Inicio emocionada la subida de mi pared casi vertical (con varios escalones y rampas asfaltadas, pero vertical, al fin y al cabo si se mira desde abajo) siguiendo el ritmo de los bárbaros.
Observo su carencia de respeto normativo (ya no dudo que son alemanes) cuando se rebelan sin remordimiento contra una valla que prohíbe el paso con signo universal rojo con raya blanca y la apartan a un lado. Además en letras dice que “es peligroso” (también dice Ayuntamiento de Alicante)
Puesto que yo la veo apartada, si quiero hacer historia de pionera nada queda sino seguir esa ruta no oficial, lo que engrandecerá mi aventura sin duda.
Lástima empezar a recordar que no he cumplido algunas pautas de este oficio como coger agua para mitigar el sofoco de los 24º que debe haber y tampoco he traído una gorra para el sol. Pequeños detalles que la experiencia me impedirá olvidar en lo sucesivo.
Tras un pequeño descanso, en el que la falta de agua y la casi insolación no bastan para hacerme desistir, compruebo que por algún punto he atajado, adelantando a los fornidos y muy preparados turistas que me precedían. El oxígeno que empezaba a faltarme vuelve de golpe envuelto en orgullo.
Llego a la cumbre, me avituallo de agua y disfruto de la inmensidad del Mediterráneo, tan azul hoy, tan limpio, como meciéndose suave a sí mismo mientras crea esas franjas de aguas de colores degradados, mientras parece decir que él puede curar cualquier temor si te dejas llevar por su paz e inmensidad.
La bajada es tan sencilla y voy tan ligera que hasta me preguntan unas turistas asiáticas si es fácil subir: no las veo inspiradas la verdad, en 50m han parado dos veces a ponerse protector solar (que tampoco he traído, ahora que lo pienso)
Llego al Casco antiguo, donde una calle comparte mi apellido, “Maldonado”, en homenaje al comunero de Castilla y donde la arquitectura de balcones de hierro y miradores, de fachadas encaladas en colores desvaídos, de piedras desconchadas y desgastadas por el mar, contrasta con la ciudad “nueva”, orientada al mismo mar pero ante todo al turismo, llena de grandes espacios como la Explanada y el Paseo elevado sobre el mar .
Son las 12:20; sólo he bebido agua y cualquier explorador que ha subido tan alto, necesita volver al campamento base y reaclimatarse. Paro en el puerto y un café cortado, una tostada y unas páginas del libro que no he olvidado traer, por ser imprescindible para entretener los tiempos muertos de toda aventura, me reconfortan y reavivan.
La próxima hora y media servirá para reanudar con brío la exploración por el paseo junto al mar, con una pequeña dificultad técnica de subida de las escaleras del Paso elevado, tras la cual decido reposar en uno de los poyetes que lo jalonan tomando el sol ahora que no estamos más de 10 personas… (pienso que esta capacidad de encontrar momentos de solaz en medio de la dureza de la aventura califica por sí a la mujer de recursos y acción).
El tiempo implacable va avanzando y la vuelta prevista a las 16:10 exige tomar ya decisiones rápidas: procede comer y deberá ser algo ligero. Tapas del Nou Manolín, comida frugal y de la tierra. Nuevamente mi no demasiado acostumbrada orientación aventurera, me dispersa por la ciudad más de lo deseable hasta que por fin llego. ¡Por Dios, está junto al Colegio Notarial! Ya pensaré después por qué no he querido llegar deprisa.
Por alguna extraña razón, el camarero (que debe notar mi fatiga y no puede ser más amable) me va sugiriendo especialidades que acepto sin reservas, (hasta en número de 5 y no demasiado frugales) y que no pegan con agua, así que opto por un buen vino blanco.
Puede que haya desintoxicado demasiado mi organismo esta mañana o que tenga exceso de oxígeno con las subidas y bajadas, pero el último sorbo de vino creo que se queda aparcado en mi cabeza junto con una nube de alegría, satisfacción, tendencia a la risa y …algo de un vahído que no sé qué pinta hoy conmigo. (También he de decir que el camarero me ha invitado a mistela ..)
No queda tiempo, el tren saldrá pronto y llego lo rauda que mis anteriormente mencionadas emociones y humores me permiten para dormitar 50 minutos (con despertador por si no oigo la parada y acabo en Madrid, que es otra aventura para otro día).
Llego a tiempo para hacer estiramientos en mi clase de pilates, tras la cual la exploradora avanza despacio por el parque, un poco despacio, la verdad, mira las copas de los árboles, mueve la cabeza sonriendo y dice (como su admirado, intrépido y bravo amigo)….
Namasté