NO SOLO APLAUSOS. ARRIMEMOS LOS HOMBROS.

Son las 8,20 de la mañana. El día está nublado y ha llovido copiosa pero sosegadamente por primera vez en mucho tiempo. Como si el caos del clima hubiera dado una tregua en la pandemia. En otro momento hubiera sentido el olor de la tierra mojada devolviéndole el rostro del hogar y la infancia. Hoy no puede pensar. Acaba de tropezar con el bolardo, pero no siente el dolor.

Irá un rato a casa. Doblará turno en el hospital esta tarde Los niños están solos y el supermercado no llevará la compra hasta mañana. No hay leche. Hoy han muerto dos más, siente el miedo cerval de contagiar a los niños. Hay que lavar las sábanas a 90º. Si llueve no se secarán. Quiere pasar lejía a cada rincón de la casa. Hay que dejar algo de cena y comida para mañana a los niños. Tiene que volver en unas horas. No le dará tiempo.

En esta guerra del 2020 por primera vez un grupo libra la batalla en dos frentes a un tiempo, delante, directamente expuestos a un enemigo nuevo que se multiplica sin piedad, y detrás, en el puesto que les corresponde, curando heridos.

Sin coraza, sin armas que aniquilen, que debiliten siquiera al enemigo;

Cada vez menos, cada vez más extenuados.

Los ciudadanos nos quedamos en casa. Los veneramos, los aplaudimos, pero en la trinchera siguen ellos solos.

Cada vez menos, cada vez más extenuados

¿Esto basta? nunca ha pasado en otras guerras: los soldados reciben de la retaguardia provisiones, material, cuidados …

Necesitarán comida para sus casas, compra, desinfección de sus hogares.

¿Son nuestras manos tan torpes, nuestras ideas tan cortas y nuestro egoísmo tan grande que ni siquiera podemos ayudar con eso ?

Ya nos dolerán las manos de aplaudir al final, mientras, que los hombros nos duelan de sostenerlos.

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