FUERTES Y FRÁGILES

Muchas veces me oigo decir que “estos son malos tiempos para la épica… no digamos para la lírica”.

Sin embargo, creo que me equivoco. Son tiempos en que nos enteramos de demasiadas cosas, recibimos tantas informaciones que no es posible asimilarlas  más que minutos o segundos.

Según el día que tengamos o la época de nuestra vida, nos van marcando unas u otras noticias.

Las noticias en las que se abre paso la solidaridad, en las que la superación del hombre es protagonista, son tan frecuentes como las mezquindades  de una política y una economía desgarradoras y destructivas para el individuo que ha luchado por ser dueño de Derechos, asumiendo deberes, y hoy no parece tener una cosa y no parece querer la otra.

Me atraen estas historias, historias nuestras, grandes algunas y aparentemente pequeñas otras, para admirarlas desde el silencio que hoy queda rasgado por la palabra escrita.

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Nada mejor que el respeto del silencio para poder mirar-admirar-, desde lo más profundo del alma, a las personas encerradas en vidas difíciles y cuerpos frágiles, que se levantan cada día sin mirar en el espejo lo que les falta, porque han decidido traspasar el umbral de sus cuerpos para llenar su camino de pasos firmes que sostienen a otros  más “fuertes”. Su marcha me deja sin aliento.

El mismo respeto para honrar las vidas de nuestros padres, hombres y mujeres que han caminado juntos, levantando con su trabajo países como el nuestro, en posguerras y hambrunas, sin recordarlas más que para pedirnos que nunca vuelvan, sin rencores, cediendo lo suyo, incluidas sus ya menguadas fuerzas, a sus hijos y nietos, anudando las manos para que nadie caiga ni sufra el mal que ellos vivieron, con valor para hablar y resignación para callar mientras siguen arrimando sus hombros encorvados. Veo sus miradas lúcidas y despiertas, veo sus sonrisas de paz y sé que ese es también el camino. Me siento más digna si sigo su marcha.

Por último admiro las grandes historias de acción: quienes ante adversidades o limitaciones propias o de otros, superan retos como forma de animarse y animar  a otros a no arredrarse.

Solo para ellos pongo ejemplo: dos personas, notarios y amigos, con una meta hoy (miles siempre): ver la vida desde lo más alto, con o sin enfermedad.

“Encordados por la vida” es su proyecto en el que unen fuerzas, ellos y quienes quieran colaborar, para seguir elevándose, para llegar lejos juntos,  con la ayuda de cuerdas, crampones, arneses y ..sobre todo, la compañía mutua que hace la enfermedad más ligera para quien la sufre.

Hoy suben volcanes y, si me pregunto por qué los han escogido, pienso que los volcanes los han debido llamar a ellos, difíciles como cualquier otra montaña, pero con el añadido de un rugido escondido, sorpesivo y destructor como lo es la enfermedad, que, sin embargo, no tiene por qué impedir coronar la cumbre, bajar y volver a vivir. Comparten imágenes de ensueño que se superponen y ocultan las de las duras paredes blancas de otros momentos. Contemplar su marcha me ayuda a soñar.

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